REFLEXIONES SOBRE ARTE

REFLEXIONES SOBRE ARTE



Hoy lo que se reflexiona sobre el arte es poco: se usa más la llamada crítica de arte, que más bien embrolla que aclara, en mi humilde opinión, aunque hay algunas obras interesantes como excepción. Desde que el arte entró en el mercado, todo ha cambiado. No hay vanguardias. Las vanguardias murieron en los años setenta…o poco más. El carácter de las vanguardias era rompedor, como su nombre indica. Hoy todo arte está asimilado: por muy aparentemente rompedora que sea una obra, los museos, las instituciones, la asimilan inmediatamente, la financian, la publicitan…y la desarman de su aspecto de vanguardia. Por eso proteger, financiar, subvencionar la obra artística es su muerte. Y que el arte haya derivado al diseño y la publicidad no es de extrañar en absoluto. Andy Warhol (y antes la Bauhaus lo intentó) abrió una puerta que nadie ha cerrado aún.


El arte no es arte por el paso del tiempo. El arte es una manifestación creadora humana, únicamente humana, como la técnica, como la escritura, como otras muchas actividades. Y es una manifestación humana que no tiene otra vía para lo que manifiesta. Me explico: lo que expresamos con el arte no podemos expresarlo de otro modo, no es ciencia, no es filosofía, no es más que...arte. Es decir, una actividad en la que expresamos sentimientos e ideas que no podemos expresar de otra manera y que necesitamos expresarlas. Y lo que expresamos es nuestra posición ante la vida, ante la naturaleza, ante la sociedad....Más o menos todos los humanos tenemos esas necesidades: unos tienen el talento y la habilidad de realizarlas plásticamente, y otros de disfrutarlas, de emocionarse con ellas, de sentirse en comunicación con el artista, que es como llamamos a aquel que sabe (o al menos lo intenta) cómo plasmar esas emociones o esas ideas (Kant las llamaría trascendentales) que de otro modo no podríamos expresar. Pero la necesidad existe.
También existe una cierta funcionalidad, es decir, según épocas y según culturas, el arte ha estado ligado a la religiosidad (que también es una manifestación humana inexpresable por otros medios), en otros casos a creencias mágicas (pueblos primitivos), en otros casos a la ilustración del conocimiento, a la cultura en general. Ligado a la idea de lo bello, de las bellas imágenes, que supuestamente son las que nos producen emociones estéticas.

En otras épocas se ha pensado que el arte era precisamente arte porque "no servía para nada", como también se ha pensado que todo aquello que el hombre construye debía ser bello, y por tanto, artístico (Bauhaus), y en tiempos más contemporáneos se ha pensado que el arte debía expresar conceptos, regateándole espacio a la ciencia, que es la encargada de trabajar con conceptos.
Una vez que esas cosas físicas, esos bellos productos humanos que llamamos arte en general (pinturas, esculturas, edificios, sonidos musicales, literatura...) , se dan, también se da la historia del arte. Así como hacemos un recuento de los hechos humanos a través de los años, también hacemos un recuento de los productos artísticos a través del tiempo. ¿Que ocurre? Pues que unos productos nos llegan y otros no, otros a veces han sido destruidos y sólo sabemos de ellos por referencias de historiadores. De los que nos llegan, unos son de una calidad mejor que otros. Aquí ya entra una valoración. ¿Cómo y quién valora el arte? En un primer momento, los historiadores, los arqueólogos, y posteriormente los críticos. ¿Cuáles son los criterios? Ya empezamos a entrar en un terreno conflictivo.
Primero, si nos concentramos en las artes plásticas, las valoraciones se han hecho efectivamente, a través de la historia, y han habido "modas", por ejemplo en cuanto a artistas que quizás en su tiempo no estaban demasiado valorados, y posteriormente se han valorado mucho más. O incluso artistas muy valorados en su tiempo que luego han sido considerados como mediocres. En esto interviene no tanto la historia o el tiempo, sino los especialistas que analizan el arte en cada época.
Las artes plásticas, hasta los impresionistas -se suele poner esa frontera, en general, en los historiadores del arte- se ha seguido un desarrollo más o menos lineal; las artes han estado generalmente subordinadas a la representación de la naturaleza, de lo bello, de lo religioso, lo histórico o lo mitológico, y generalmente la actividad artística ha estado patrocinada o por mecenas privados o por la Iglesia. A partir de los impresionistas, si admitimos esa frontera, se producen una serie de cambios: el arte deja de ser una fiel representación de la naturaleza (entre otras cosas porque ha nacido la fotografía) y los artistas inician una cierta rebelión frente a los mecenas: quieren ocuparse libremente de su actividad y venderla al mejor postor, entrando así en la economía de mercado: la obra artística se convierte en mercancía de lujo. Esto trastoca todos los valores al uso hasta el momento.
¿Qué ocurre entonces? Que su valoración estética se mezcla y a veces se confunde con su valoración en el mercado. Que los criterios para decidir si un artista es bueno o malo como creador, a veces se solapan con la idea de si es bueno o malo vendiendo su obra. Obviamente, muchos artistas jóvenes, confusos ante el caos reinante, se convencen de que lo importante es vender y para vender hay que hacer una publicidad, y ¿qué mejor publicidad que hacer una obra provocadora? Resultado: una carrera de obstáculos a ver quién consigue llamar más la atención del comprador, del galerista, del crítico que va a encumbrar o a hundir al artista emergente. Así nos encontramos con un artista italiano que decide empaquetar en botes su propio excremento y lo pone a la venta en una galería de arte, bajo el título “merda d’artista”(Pietro Manzoni).

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